¿Qué es un acúfeno?
Los acúfenos o tinnitus son ruidos fantasma que escuchamos sin que haya una fuente real que los produzca.
En el lóbulo temporal de nuestro cerebro hay una zona dedicada expresamente a interpretar las frecuencias. Podemos imaginar un campo plantado de postes verticales, repartidos homogénea y profusamente por todo ese campo imaginario. Cada uno de esos postes sería una fila de neuronas dedicadas a analizar una única frecuencia. Cuando llega un sonido a nuestro oído interno, la cóclea (también llamada caracol por su forma) es la encargada de descomponer ese sonido en sus diferentes secuencias y mandar la señal eléctrica correspondiente a ese campo de neuronas del lóbulo temporal.

Lo que acabo de explicar es lo que ocurre si todo funciona bien, pero es obvio que si existe un acúfeno es que algo no funciona como debería.
Hay básicamente dos tipos de acúfenos, que podíamos catalogar coloquialmente, como los que están producidos por un problema mecánico y los que se producen por un problema eléctrico. Aunque lo común es que los que se deben a un problema mecánico acaben produciendo también un problema eléctrico, como explico algo más abajo.
El primer caso, el debido a un problema mecánico, se debe a una pérdida de audición que nos hace insensible a algunas frecuencias concretas. Puede haber muchas causas para ello, desde un trauma acústico (un ruido estruendoso que alcance nuestro oído) a un golpe o una infección. También es posible que se deba al propio proceso de envejecimiento. Con la edad la cóclea se hace menos flexible y algunas frecuencias agudas no llegan a excitarla, por lo que perdemos audición para dichas drecuencias.
Al perder la capacidad física de detectar esas frecuencias en el oído dejan de activarse las columnas de neuronas correspondientes en nuestro lóbulo temporal.
Lo normal es que ahí terminara la cosa, pero nuestro cerebro se pasa de listo. Como detecta una falta de excitación en unas neuronas que antes funcionaban correctamente, considera que dichas neuronas deberían estar funcionando y las activa, produciendo el acúfeno. Sería un fenómeno similar al del miembro fantasma, en el que las personas que han perdido una extremidad siguen notando sensaciones en ella aunque ya no la tengan.
Por otra parte, el acúfeno debido al problema eléctrico no requiere pérdida de audición y se suele deber a un estado de ansiedad elevado. Si hacemos un electroencefalograma cuantitativo de personas con ansiedad, en la mayoría de las ocasiones se detecta una actividad eléctrica elevada en un zona del lóbulo parietal muy próxima al temporal. Cuando esa actividad aumenta el acúfeno se acrecienta y cuando disminuye el acúfeno se atenúa.
En las personas que el acúfeno aparece por un tema mecánico, se suele acabar detectando también el problema eléctrico, como se ha comentado antes. Es decir, el acúfeno provocado por causas orgánicas induce en la persona que lo sufre un estado de ansiedad que activa el lóbulo parietal e incrementa aún más la percepción del acúfeno.

¿Cómo se trata el acúfeno?
Para empezar hay que entender que el acúfeno no es un problema del oído, si no del cerebro.
Si el acúfeno está producido por problemas mecánicos, en la mayoría de los casos, si el daño producido se puede revertir (por ejemplo, si el origen es una infección o se puede compensar la pérdida de audición con un un audífono) el acúfeno desaparecerá por sí mismo. Sin embargo, eso no ocurre siempre, como se ha explicado previamente, a veces el acúfeno desencadena ansiedad que a su vez agrava el acúfenos, por lo que puede ser que aún desapareciendo la causa física del mismo, la actividad elevada del parietal permanezca y se mantenga el problema.
Debido a ello, somos los psicólogos los que solemos tratar el tema del acúfeno, con preferencia a cualquier otro profesional de la salud. Y más aún los psicólogos que somos también neuropsicólogos y entendemos la dependencia física de ansiedad y neurología.
La técnica clásica para tratar el acúfeno es la desensibilización sistemática, que es una técnica conductista que data nada menos que del 1958 y consiste en exponer al paciente al estresor en pequeñas dosis para inmunizarlo a él (acabo de escribir un artículo sobre la hormesis que encaja perfectamente aquí). Sin embargo, como casi todas las técnicas conductistas, trata el síntoma pero no la base del problema, es decir, que puede desaparecer o atenuarse el acúfeno, pero la ansiedad sale por otra parte.
Un método tradicional más efectivo para tratar el acúfeno es una terapia psicológica integral. Se hace un diagnóstico, se planifica un tratamiento psicológico adecuado para ese paciente según su tipo de ansiedad y se realiza una terapia que le libere de la ansiedad y con ello de esa actividad inadecuada del lóbulo parietal.
El método más moderno consiste en aunar la terapia psicológica con la técnica de neurofeedback, que directamente incide en la actividad eléctrica que queremos reducir, produciendo de forma paralela la atenuación del acúfeno.
He escrito ya muchos artículos sobre la técnica de neurofeedback, así que no incidiré mucho más en ello, solo recordar que es un método para modificar la activación de algunas redes neuronales, de forma no invasiva, gracias a la potencia de la plasticidad cerebral, con un método basado en el aprendizaje del control de la propia actividad cerebral.
Un punto a favor del neurofeedback frente a otros tratamientos, es que es válido sea un acúfeno producido por causas mecánicas, eléctricas o ambas, ya que al actuar directamente sobre la actividad eléctrica del cerebro, reduce la percepción del acúfeno en ambos casos.