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La hormesis

EL concepto biológico de hormesis resulta, cuanto menos, curioso. Etimológicamente procede del griego y significa estimulación. Es el proceso por el cuál el organismo reacciona ante un dosis baja de un estímulo aparentemente dañino, fortaleciéndose para oponerse a él. Se suele aplicar principalmente a venenos e implica que si tomamos una cantidad reducida de un agente perjudicial nuestro cuerpo reacciona contra él y se hace más fuerte, teniendo por tanto un efecto beneficioso para nuestro organismo, en vez de el efecto adverso, que sería lo esperado. Pero mucho cuidado, que dosis elevadas sí serían dañinas y podrían llegar a matarnos o a hacernos un daño irreparable.

Hormesis
Concepto de hormesis

Habría muchos refranes que la sabiduría popular ha generado y que, en el fondo, hacen mención a este mismo concepto. El primero que viene a la mente sería: «lo que no te mata te hace más fuerte». Otros que también serían aplicables, aunque no tan inmediatos de asociar serían: «quien bien te quiere te hace llorar» o «la letra con sangre entra». Hay más ejemplos, pero a donde quiero llegar es que podemos extender el concepto de hormesis de lo puramente orgánico a lo mental.

Aunque no sea inmediato de asimilar, una gran parte de nuestro aprendizaje surge del trauma: el niño que se quema jugando con cerillas aprende a temerle al fuego, cuando cometemos un error y estamos a punto de ser despedidos por ello, aprendemos que hay que tener especial cuidado con ese asunto o, otro ejemplo también refranero, «no nombremos la soga en casa del ahorcado».

Dicho de otra forma: aprendemos de nuestros errores y cuánto más graves son los errores más aprendemos.

Se aprende de los errores

La ansiedad y la depresión como exceso de dosis

Esta claro que si una persona padece depresión o ansiedad (o cualquier otro tipo de alteración emocional, como fobias, ataques de pánico, disociación, TIC, TOC o un largo etcétera) es que algo no ha ido bien en su proceso de aprendizaje emocional.

Siguiendo con el concepto de hormesis, si desde pequeños vamos sufriendo pequeños reveses emocionales de los que podemos sobreponernos, poco a poco iremos fortaleciendo nuestra personalidad y acabaremos adquiriendo resistencia (resiliencia, que decimos los psicólogos) a los problemas emocionales y acabaremos siendo personas seguras.

Si por el contrario, la dosis de malestar emocional es demasiado elevada en la infancia no seremos capaces de adquirir dicha resiliencia y caeremos en adultos en estados emocionales inestables.

El aprendizaje en la terapia

Un día en clase de Psicología del Aprendizaje, la profesora preguntó qué considerábamos que se podía aprender y qué no. Se refería a lo que podíamos aprender de adultos y puso varios ejemplos, que no recuerdo exactamente pero eran del tipo: a hacer raíces cuadradas, a esquiar, a ser extrovertidos, a ser emprendedores, etc. Casi todos los alumnos dijimos que se podía aprender casi todo, pero que la extroversión era un rasgo de la personalidad y que eso no se podía cambiar. A lo que la profesora contesto: si pensáis eso, ¿qué hacéis estudiando psicología?

El mensaje que quiso trasmitir y que, al menos en mí, caló hondo, es que un psicólogo debe ser capaz de afrontar cualquier cambio que el cliente quiera o necesite hacer, ya que todo lo aprendido se puede desaprender y aprenderlo de nuevo de forma más constructiva.

Una frase que repito mucho a mis clientes es que si bien el mecanismo de aprendizaje de las emociones es algo innato en el ser humano, las emociones que aprendemos dependen de nuestro ambiente, nuestro contexto y nuestra cultura. Es decir, las emociones se aprenden de manera similar a cómo aprendemos a sumar o a ir en bici. Similar, pero no idéntica, ya que el aprendizaje emocional va por otras vías y es menos voluntario, pero no deja de ser un proceso por el que se escriben redes neuronales a través de la plasticidad sináptica.

La construcción de redes neuronales es la base del aprendizaje

La terapia psicológica, en muchas ocasiones, debe seguir un proceso de hormesis. Hay que crear una pequeño malestar emocional, para que el cliente salga reforzado y sea cada vez más capaz de resistir las emociones adversas.

Hay muchas técnicas terapéuticas que usan la hormesis, gestalt, EMDR, conductismo, psicodinámica o PNL, por nombrar algunas pocas. En todos los casos se trata de enfrentar al cliente ante un estímulo doloroso, pero que pueda resistir, y dejar que esa leve herida emocional curta su psique, haciéndola más resistente.

El reto para el terapeuta siempre será encontrar la dosis justa de «dolor» que produzca «estimulación» y no «daño».

Manuel Olalla
Manuel Olalla

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