Los profesores Martínez-Conde y Macknik, investigadores del instituto neurológico Barrow de Phoenix, a través de sus conocimientos de nuestra capacidad de procesamiento visual han creado la “Neuromagia”, por la cual explican como la magia engaña a la mente, o mejor dicho cómo la mente se engaña a sí misma constantemente y los profesionales de la magia lo aprovechan creando la ilusión.
Martínez-Conde, que participó como ponente en el IX Congreso Nacional de Neuropsicología el pasado mes de marzo en Barcelona, afirma que cuando creemos tener la mirada fija en algo, en realidad nuestros ojos siguen haciendo pequeños movimientos microscópicos y éstos son fundamentales, ya que si, a través de unas técnicas específicas dejamos paralizados totalmente los ojos, nos quedamos ciegos para todo lo que no sean objetos en movimiento, esto implica que para ver es necesario el movimiento, que, o bien está en el mundo o bien está en el ojo, que hace perceptible un mundo que no se mueve con su propio movimiento.
Según esta premisa, no vivimos en la realidad. Lo que experimentamos es un constructo cerebral, una simulación que muy raramente se corresponde exactamente con la realidad, la mayoría de las veces, de hecho, tenemos una discrepancia mayor o menor respecto a ésta. Cuando esta discrepancia es extrema hablamos de alucinaciones o ilusiones visuales o de sueños pero todas, o la mayoría de nuestras experiencias son por lo menos parcialmente ilusorias.
Las ilusiones representan pues, en la mayoría de los casos una serie de ventajas evolutivas ya que tienen un valor adaptativo desde el punto de vista de la evolución.
Los citados profesores decidieron adentrarse en el mundo de la magia y analizar este arte desde el punto de vista de la neurociencia cognitiva creando lo que denominaron: Neuromagia como la colaboración entre dos disciplinas tan diversas y dispares como la magia y la neurociencia, y que sin embargo, tienen muchos aspectos en común.
El cerebro hace uso de una serie de “atajos” y estrategias para llegar a compensar toda una serie de huecos que no llegamos a percibir de la realidad. Es decir, la riqueza de la experiencia visual es una ilusión creada por los procesos de “relleno” del cerebro para dar sentido y significado a la realidad.
Se cree que somos conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor, pero por lo general desechamos el 95% de lo que ocurre.
No podemos conseguir que el cerebro no nos engañe, las ilusiones, la discrepancia entre la percepción y realidad, es parte de nuestra arquitectura neuronal y, de hecho, no podríamos entender nuestros procesos cognitivos sin el concepto de la ilusión. Estas ilusiones no son errores de la mente, son útiles y adaptativas puesto que han evolucionado con nosotros.
Estas discrepancias perceptuales nos hacen más rápidos, más eficaces y mejoran nuestra concentración.