Centro de
en Zaragoza
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Cuando se habla de adicción a sustancias (tabaco, alcohol, medicamentos, drogas) se entiende perfectamente de qué se está hablando, de una persona con una compulsión a consumir que le resulta muy difícil evitar y que, normalmente, le produce perjuicios físicos, económicos, psicológicos y sociales.
Tradicionalmente se ha pensado que era la recompensa que conlleva el consumo directo de la sustancia los que mantenía la conducta adictiva, pero actualmente se considera que es la expectativa del consumo, más que el propio consumo lo que lleva a ello, como se ha explicado en la sección dedicada a las adicciones a sustancias.
Se puede simplificar diciendo que el cerebro tiene un “circuito” de recompensa que se activa cuando algo nos produce placer (como la comida o el sexo a nivel físico y en muchas más ocasiones complejas a nivel social). Ese circuito es el de la motivación y nos sirve para reforzar la realización de aquellas conductas ejecutadas en el pasado que nos han proporcionado gratificación.
El mecanismo de la adicción se debe a una desproporcionada activación del circuito de recompensa, que lleva a los adictos a desear desesperadamente que se tome de nuevo la sustancia que ha tenido ese efecto metabólico asociado con gratificación.
Esto mismo ocurre en algunos casos de adicciones conductuales, que nos proporciona una recompensa, que aunque no sea física (excepto en el caso de la adicción al sexo) nos lleva a una satisfacción psicológica o social.
El manual diagnóstico más utilizado en psicología y psiquiatría es el DSM, Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales elaborado por la American Psychiatric Association en EEUU. Actualmente está en vigor la quinta edición y periódicamente se va ampliando para recoger agrupar nuevos trastornos.
En su versión anterior, entre los trastornos adictivos sólo se consideraban los asociados con consumo de sustancias y el juego patológico se incluía entre los trastornos de control de impulsos, junto a la cleptomanía, piromanía y tricotilomanía (arrancarse el pelo).
En la edición actual se ha pasado el juego patológico a la categoría de adicción, ya que se ha confirmado experimentalmente que los mecanismos de mantenimiento de esta conducta, el citado previamente circuito de recompensa, actúa de igual manera en el juego patológico que en la adicción a sustancias.
Sin embargo, ninguna de las otras adicciones conductuales es recogida expresamente en el DSM-V. Podemos encontrar alusiones a la compra compulsiva dentro de los episodios maníacos asociados a la familia de los trastornos bipolares, pero no hay alusiones a adicciones tan habituales hoy en día como Internet o los videojuegos. Esto se debe a que el DSM va añadiendo y categorizando los trastornos a medida que son estudiados, por lo que es de esperar que puedan incluirse en siguientes ediciones.
Por lo tanto, la clasificación actual de adicciones conductuales depende mucho del autor y hay diversidad de opiniones sobre qué comportamiento conductuales pueden ser considerados adicciones o no. Así, algunos autores incluyen la ingesta de alimento compulsiva o la adicción al trabajo, que no vamos a incluir en la siguiente clasificación.
Las principales adicciones conductuales que vamos a considerar son:
Aunque las adicciones conductuales aún no han recibido un exhaustivo estudio a nivel neurofisiológico, se considera que la mayoría de ellas está mediada por la vía motivacional dopaminérgica, que corresponde al anteriormente citado circuito de recompensa.
En todas las conductas que se consideran como adicciones existe la anticipación de una expectativa de recompensa, que vendría activada por dos principales vías cerebrales, ambas dopaminérgicas:
En casos de adicción al sexo, se ha detectado una hiperactividad prefrontal, lo que significa una activación excesiva de la corteza prefrontal, la encargada, entre muchas otras funciones ejecutivas, de inhibir ciertos comportamientos, por lo que la hiperactividad podría estar relacionada con la incapacidad de inhibir las conductas sexuales.
Varios estudios neurológicos de personas afectadas por juego patológico muestran la activación de las vías de recompensa dopaminérgicas, similares a las existentes en la adicción por sustancias.
Además, la adicción al juego suele ser comórbida con otros trastornos del estado de ánimo y con la drogadicción. También se han encontrado una alta prevalencia de la ludopatía en personas que de niños padecieron TDAH.
Como en el caso del tratamiento de las adicciones por sustancias, el entrenamiento en neurofeedback incide sobre la actividad cerebral que resulta de la activación de la vía dopaminérgica de la motivación, facilitando a la persona que recibe el tratamiento que mejore su control de impulsos y se reduzca la ansiedad compulsiva por la causa de la adicción.
Además, el neurofeedback permite tratar los factores emocionales potenciadores de las adicciones conductuales, reduciendo el estado de ansiedad que suele estar asociado, consiguiendo cambios conductuales persistentes.
Junto a ello, se trabaja con terapias conductuales, reprocesamiento cognitivo y control emocional, para conseguir extinguir las conductas problemáticas.
Psicólogo clínico especializado en terapia cognitivo conductual y neuropsicología.
Centro de Neurofeedback en Zaragoza del Psicólogo Manuel Olalla